El miedo está, estuvo y estará siempre -desde aquí lo abordamos en más de una ocasión-. Es una emoción primaria que nos ayuda a ponernos en alerta cuando un peligro nos acecha. Tan simple como eso. De manera que el mantra mas que habitual de «no tengas miedo» no me parece ni realista, ni adecuado, pero en fin, también depende del contexto.
¿Dónde sientes el miedo?
Pienso que mas que evitar al miedo, se trata de colocarlo en su lugar y utilizarlo para nuestro beneficio. Si como buen miedo responde a su función de ponernos en alerta, en primer lugar habrá que detectarlo. Ahí es muy interesante averiguar qué parte de tu cuerpo «siente el miedo» (en cierto modo lo estarás somatizando) ¿te duele la parte baja del vientre? ¿tienes un nudo en la garganta? ¿sientes presión en el pecho? Escuchar y comprender las señales para poder hacer algo al respecto.
Qué hacer
Esto es, detenerte, y decidir si:
a) Pones distancia porque ves que no puedes con él.
b) Te quedas «congelado» y sostienes la situación.
c) Te enfrentas, encaras al miedo.
Creo que en los tres casos hay una combinación de inteligencia y coraje que antiguamente permitía sobrevivir, y hoy nos puede hacer vivir cada vez con más sabiduría y plenitud.
Simulación y realidad
Hoy, con este horizonte de fondo, hemos utilizado diferentes simulaciones de realidad virtual de situaciones en las que es muy habitual sentir miedo, para poderlo percibir, ubicar y averiguar cómo suelo responder. Después, eso lo hemos trasladado a situaciones cotidianas en las que sentimos miedo, detectando como es el abordaje de cada uno. Finalmente mediante el dibujo analógico (rotulador y vileda), y digital (App. Tilt Brush de R.V.) hemos expresado como salir del miedo incorporando inteligencia y coraje.
En paralelo ha sido especialmente enriquecedor el ejercicio de acompañamiento y cuidado del otro, un tejido de dinámicas relacionales y de interacción entre todos los componentes del grupo.